sábado, 8 de diciembre de 2018



CABALLO PURA SANGRE ESPAÑOL


En el mundo existen animales impresionantes, bellos, admirables, pero de entre todos ellos hay uno que destaca por el encima del resto. Ese no es otro que el caballo. Pero…, dentro de los caballos, aún hay una variedad que es realmente especial. Majestuosa, imperial, se podría decir que casi perfecta. Un equino con un brillo singular que le ha hecho ser admirado durante años y años, y que hoy en día se ha convertido en un lujo de aquel que tiene el honor de contemplarlo en sus cuadras. Hablo del caballo de pura raza española.
Y es que el caballo español es uno de los orgullos de nuestro país. Un animal que impresiona a simple vista, y que cautiva en el trato con él. Por todo esto, he decidido crear un artículo para presentaros a esta preciosa criatura. Que conozcáis mucho más de ella, y, poder comprobar así, que todo lo dicho anteriormente no era para nada desmesurado
Los primeros indicios de huellas equinas sobre el suelo español datan de la época prerrománica, citando al famoso Equus Ibérico, pero esta no es la única.
Una de las teorías afirma que el caballo español desciende directamente del caballo Berebere y del Árabe, ambos cruzados con razas autóctonos. En cambio, otros especulan que fueron los caballos libios y númidas los que dieron lugar al caballo español. Por último, hay historiadores que establecen que sus antecesores más exactos fueron los caballos del Tarpán y del caballo Przewalski. paso
Sin embargo, teorías evolutivas aparte, el que verdaderamente sentó las bases definitivas para la aparición de una raza de caballos española como tal fue el monarca Felipe II, el cual ordenó crear una cabaña de caballos para su reino, en la que todos los ejemplares habían de tener características similares. Fue así como surgió las Caballerizas Reales de Córdoba, en la que tuvieron lugar los mejores sementales y yeguas de por aquel entonces, y que dieron lugar a la Yeguada Real que, poco a poco, dio a una auténtica Yeguada Nacional. El caballo español era ya toda una realidad.
A continuación, y con la expansión progresiva del Imperio Español, los caballos españoles fueron ocupando diversos países, sobre todo aquellos pertenecientes al continente americano, convirtiéndose en el detonante para el surgimiento de nuevas razas autóctonas como pueden ser el caballo Lusitano o el Lipizzano.

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